jueves, 28 de agosto de 2008

ACURRUCADA EN MI ALMA.






Fueron tres días que de viaje me llevaste.
Para respirar un poco de aire puro
y ver si me lograba despejar.

Al llegar a destino, bajé corriendo del auto,
Para poder escuchar ese sonido tan ansiado por mi.
El ruido de las olas en el mar,
y lo que el viento me quiere dictar.

Sabías en ese instante.
En mi alma estaba acurrucada,
Te acercaste a mi lado
Para cubrirme con una manta,
y que el frío no me hiciera nada.

Dejaste que caminara por la orilla,
con pasos sigilosos.
Mientras retornabas a los médanos,
y observar desde lejos,
sosegado en tu silla.

No sé cuanto tiempo habré estado caminando.
Éramos mi alma, el mar el viento y yo.
Los que estábamos encerrados en mi silencio.
De los cuestionamientos, de mi vida,
mi orgullo que no me permite perdonar ciertas cosas.

Y por mis mejillas lágrimas comenzaron a rodar.
Mi pecho se sentía aprisionado,
por el dolor de tantos años de silencios acumulados.

Comprendías lo que me sucedía,
respetaste mis momentos.
No sabías darme las respuestas,
ni el mar, ni el viento,
ni el más mínimo arrullo de las olas.

Alcé mi cara al cielo,
Para notar si el rey febo,
me lograba escuchar.
Más todo fue en vano,
porque muy acurrucada en mi alma estaba,
y era yo, la que no quería aceptar las contestaciones.

Año tras año, hacemos ese viaje,
en donde mi espíritu reposa.
Para colmarme de calma.
Toleras siempre mis pausas,
y no cuestionas nada.
Porque sabes lo que trato de encontrar.

Tu amor incondicional, tan sublime,
perfecto y eterno, soporta en cada viaje,
mi momento del encuentro.
Con ese paisaje que es el que me da calma.

Esta fue la primera vez,
que no encontré la calma.
Todo se transformó el dolor, miedos y angustias.
Por tantos períodos de preguntas,
por los tiempos de mis amarguras.
Que sabes bien que los resguardo bajo mi armadura.

Y solo el mar, las olas, el viento y vos.
Saben las réplicas que mi alma busca.

Retorné en mis pasos hacia tu lado,
y en tus auxilios me refugiaste.
Tus ojos me imploraban,
que no buscara nada más.

Que pronto todo iba a mejorar,
tus suaves manos limpiaron mis lágrimas,
las mías limpiaron las tuyas.

Cansada ya de llorar y de tanto caminar.
Me alzaste en tus brazos,
para que pudiese descansar.

Te imploré que me dejaras un rato más.
Nuevamente tus lágrimas comenzaron a surgir,
y con un fuerte te amo.
Me dijiste quedate tranquila,
que yo no te dejaré partir.

En ese instante, rodeó una paz especial a mi alma.
Mágico fue ese momento.
Mis angustias, mis temores y dolores,
se esfumaron de mi cuerpo.
Y de mi boca brotó como si fuese un grito desesperado.

¡Aún no es tiempo de partir, porque todavía quiero vivir!


Sonia. Viviana. Lacanette.
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Mi nombre es Sonia Viviana Lacanette. Un especial agradecimiento a Juan Cruz Acosta por su ayuda en el blog, otro Gran Joven Poeta.